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Mi cordón sanitario

Palabra de Luppi (12-1-2007)...

En este momento, la lucha política excede del marco ideológico —decía aquella definición elemental: de ideología contra ideología, o idea contra idea…— y se ha convertido, hace mucho tiempo ya, en un permanente ejercicio de la perfidia, de…, de lo mediocre, de la bajeza política, a tal punto que he visto en las tertulias cotidianas, matinales, de política, a periodistas que ya no lo son: son simples operadores políticos de la mediocridad más absoluta. 

 

Ayer escucho al presidente, o no sé como se llama, ¿verdad?, de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, decir que el señor Zapatero “piensa y vive como terrorista”. Este despropósito, que encierra una cierta condición casi demencial, nos está obligando a nosotros a exceder el marco de la discusión partido a partido…  

 

Siento profundamente que —no sé el camino, no lo conozco; me gustaría conocerlo...— tenemos la obligación irrenunciable —nos va la vida y el país en esto— de crear un cordón sanitario, para evitar que esta derecha más que ultramontana, cerril, troglodita, casi gótica, se adueñe del pensamiento y el espíritu español. 

 

Es muy importante que sepamos que no se trata aquí de defender al Gobierno, o a Zapatero o a sus ministros… Se trata de defender lo que algunas veces el PP ha anunciado, insisto, perversamente, “contra la ruptura de España”. Efectivamente: tenemos que evitar que España se rompa. Esta derecha venenosa y terrible, de la cual —como dijo Pepe…—[1] no se puede esperar nada, nada más que mediocridad y perversión, nos está haciendo peligrar nuestro concepto cotidiano de la vida, que es levantarnos y luchar contra las adversidades propias de tu vida, pero no contra esta especie de silogismo perverso que es: “socialista es malo”; “una persona socialista es mala”; “Zapatero es socialista”; “por tanto, Zapatero es malo”. 

 

Este es el permanente argumento que usan para descalificar, para embarrar la cancha, como dicen los políticos, para pervertir los…, los…, los datos, los hechos: lo que ocurrió no ocurre y lo que no ocurre lo inventan… Tenemos que tener mucho cuidado porque, insisto, no se trata aquí ya de luchar contra las ideas de un partido opositor. La oposición no existe. Es pura, lisa y llanamente obstruccionismo, insisto en la palabra, más perverso que jamás he visto. 

 

Estemos muy atentos, muy alertas, muy cuidadosos y muy agudos con respecto a cómo evaluar los hechos que todos los días se propalan —inclusive de manera subter… subter…, eh…, eh… amplísima…—:[2] acabo de leer en El Mundo un encabezamiento que dice: “crece la bronca política por la manifestación de hoy en Madrid”. La bronca política, genérica, no la del PP solamente, la de todo el mundo, lo cual es verdad. Y eso es manipulación, insisto, eh…, eh…, venenosa. 

 

El poco o lo que podamos decir con respecto a lo que nos está ocurriendo en este momento en España… No se habla del terrorismo, se habla de cómo utilizarlo en contra de… No se habla de las víctimas, se habla de cómo utilizarlas en contra de…  

Todo dato que aparezca en la vida cotidiana es sencillamente pervertido, deformado y envenenado para usarlo en este momento como una lucha contra —además— una persona, una…, un…, un simple individuo, que en este caso es presidente del Gobierno, para destruir total y absolutamente cualquier atisbo de gobernabilidad”.



 [1]Se refiere al actor José Sacristán, quien precedió a Luppi en su intervención
[2] Luppi iba decir “subterfugia”, queriendo explicar que se hacía mediante subterfugios, y cambió la palabra por “amplísima”, tras darse cuenta de que dicha acepción no era correcta 

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